No necesito su cadáver
Mientras veo las ruedas de John Lennon por mi ventana, tocan a mi puerta. Me piden dinero para enterrar un cadáver. Lo tienen en una pequeña carroza desdentada. No conozco tal cadáver, no me sirve para nada. A nadie realmente le sirve, si no es para abonar la tierra o alimentar algunos insectos o criaturas extrañas. Dicen que no saben que harán con él, que es mi responsabilidad. No es mi problema. Pueden dejar el cuerpo afuera de la casa o donde más les parezca. Yo, yo no lo quiero. La esencia de ella ya debe estar en algún otro lugar. Posiblemente en el lugar donde todos soñamos ir algún día—donde nos han inculcado que deberíamos desear ir. Los demás me ven y mueven sus cabezas en señal de desaprobación, lo cual extrañamente no me preocupa.
Ella ya no siente. Ella se ha marchado. Ya no puedo hacer más por mi madre.
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