Escritor Fracasado

Tuesday, November 29, 2005

8 Frases Estúpidas

8 frases que—vergonzosamente—se siguen usando en el siglo XXI:

1.-Es castigo de dios. (incurable complejo de culpabilidad con esquizofrenia bíblica)

2.-Dios sabe porqué hace las cosas. (refleja una abominable falta de imaginación)

3.-Si dios quiere. (Aún peor: “si dios nos da licencia”)

4.-Los hijos son prestados. (indudablemente una cacofonía y un ridículo intento de metáfora)

5.-Nadie tiene derecho a quitar la vida. (es responsabilidad propia, nos guste o nó)

6.-Cuando te toca, te toca. (probablemente la frase más estúpida y trivial)

7.-Ya estaba escrito. (la apatía de no actuar)

8.-Dios nos pone a prueba. (manera absurda de justificar las injusticias y crueldades)

NOTA: El orden de las frases no tiene importancia--tal como las frases.

Aunque el ser humano es insignificante, no se debe de culpar a dios ú otra entidad ficticia de nuestras acciones o la falta de éstas. Sin duda, un contundente ejemplo de cómo se forja una mentalidad estéril.

Wednesday, November 23, 2005

¿Acción de des-gracias?

Al pedirle a un reconocido historiador su opinión acerca del día de acción de gracias, ó thanksgiving, éste responde:
--¿Gracias? Gracias ¿por qué? Que le pregunten a los que fueron exterminados qué tienen que agradecer.

Después de tal respuesta, pierdo mi apetito y dono mi pavo orgánico a carn
ívoro empedernido, quien me asegura que lo comerá, dará gracias y dormirá tranquilamente (sin remordimiento) mañana jueves.

Wednesday, November 16, 2005

La bola de odio

Mi vecina vive en la soledad de su lúgubre habitación. Gorda espantosa y despreciable. No es despreciable por obesa, sino por el odio acumulado en su inmenso tejido adiposo. Se puede decir que su exceso de peso se debe a la gran cantidad de odio incrustado. Algunos aseguran que es todo lo contrario: odia porque aborrece ser obesa. Siente una predilección por atacar a los que pesan o aparentan pesar menos que ella. Es una fuente inacabable de energía negativa. Al caminar, se desplaza con movimientos elefantunos, pero con gran rapidez como intentando derribar a quien se atraviese entre ella y su guarida. Golpea el suelo fuertemente como queriendo sacudir la rabia acumulada en las suelas de sus zapatos deformados. Acostumbra enviar miradas de desprecio desde su pequeñísimo auto rojo chillante.

Brutal accidente. Las ruedas de un auto pasan por encima de su prominente estómago. Después de algunos huesos rotos y una salvadora transfusión sanguínea—proveída por un sujeto flaco, regresa a su fría habitación. Su espantosa mirada sigue imperturbable salvo que ahora arrastra su voluminosa pierna izquierda.

Friday, November 11, 2005

Espiritu Hallowinense Tardio

Un extraterrestre aparentemente perspicaz, pero con una mente muy sucia.











Horadando calabazas con fervor enfermizo.











Calabazas que sobreviven el ataque de los jueces parciales.

Carta a la deriva

“She's moving down the seaside
'Cause that's where he comes from
He gave away all of her records
Is that where she belongs?

I sail, you sail
Do you remember how we used to live?”
Saint Etienne

Nos enfermábamos y faltábamos al trabajo el mismo día. Alguna vez alguno de los 45 empleados sospechó. Eso no nos detuvo.

Aquella primera cita en el cine, a la cual casi no acudes, culpa de un resfriado verdadero. Tú, preocupada por ser mayor. Yo, preocupado por cómo besarte y cómo eludir esos ojos verdes—bajo tus ojeras de estudiante. El beso en tus labios flácidos. No recuerdo dónde fue. ¿Dentro del cine, en el restaurante, en la estación o viajando de regreso? Llegaste a tu casa escondiéndote de tu padre.

La noche en la pizzería. Mientras nos traían el vino, abría tu blusa y besaba tus pechos blandos y tibios. Nada te asustaba, hasta que intenté introducir mi mano en tu apretado pantalón—sobre una fría banca de parque en una noche de Noviembre.

—¡Para, para! ¿Qué haces? O algo similar dijiste.

La penúltima cita, donde orgullosamente estreno una camisa y una colonia finísima. La cita donde te espero en la estación y apareces dos horas más tarde de lo acordado. Una cita para tres donde yo mantengo mi distancia y simplemente te sigo a ti y a él, sin que noten mi presencia. Aunque inicialmente no se toman de las manos, sé que es él. Entran a un estudio fotográfico, posiblemente en pos de una foto navideña. Espero en la acera opuesta. Los acompaño a una zapatería donde tu compra te produce una gran sonrisa. Veo a través del cristal, pero no logro descifrar de qué hablan. Fielmente espero afuera. Los sigo hasta que entran a un restaurante de comida china. Esta vez no puedo ver qué sucede adentro. Me canso de esperar, y me retiro con mis manos frías en las bolsas.

La última cita, donde me propondrías ser amigos. Comprenderías que una amistad no sería suficiente para mí. Sin saber por qué, regresarías con tu ex-novio, quien te maltrataba—según aseguraste. La cita donde me alejo caminando erráticamente entre los autos estacionados notando la suciedad de sus ruedas, del pavimento, y de la vida.

Elisa, sábete que perduran tus labios tan suaves, sin fuerza y tu par de dientes de coneja...


No necesito su cadáver

Mientras veo las ruedas de John Lennon por mi ventana, tocan a mi puerta. Me piden dinero para enterrar un cadáver. Lo tienen en una pequeña carroza desdentada. No conozco tal cadáver, no me sirve para nada. A nadie realmente le sirve, si no es para abonar la tierra o alimentar algunos insectos o criaturas extrañas. Dicen que no saben que harán con él, que es mi responsabilidad. No es mi problema. Pueden dejar el cuerpo afuera de la casa o donde más les parezca. Yo, yo no lo quiero. La esencia de ella ya debe estar en algún otro lugar. Posiblemente en el lugar donde todos soñamos ir algún día—donde nos han inculcado que deberíamos desear ir. Los demás me ven y mueven sus cabezas en señal de desaprobación, lo cual extrañamente no me preocupa.


Ella ya no siente. Ella se ha marchado. Ya no puedo hacer m
ás por mi madre.

Thursday, November 03, 2005

Energía sexual

Hubo un tiempo en que todas mis acciones se regían a través de mi energía sexual. Freud era feliz. Sin embargo, al trastabillar hacia mis 40 años, me doy cuenta de que la energía sexual no existe. La tal “energía sexual” ha sido un truco—casi perfecto—de mi subconsciente para hacerme sentir jovial y pujante. Hoy descubro tal engaño, y mis erecciones han disminuido a niveles alarmantes.

Estoy bien

—¿Cómo estás hoy?

—“No tan mal”, respondí.

—“¿No tan mal?” Me pregunta.

—“Bueno, quiero decir, no tan bien. Pudiera estar mejor, pero también peor. Siempre tengo la sensación de que pudiera estar mejor. Realmente no recuerdo algún momento en que he estado perfectamente. Posiblemente estuve en perfecto estado dentro del vientre de mi madre aunque me es difícil saberlo. Creo que la única manera en que puedo sentirme perfectamente es bloqueando todo pensamiento de mi mente. Sí, el momento perfecto es cuando ninguno de mis pensamientos registra los disparates e irregularidades que deforman mi estancia en el mundo. Verás, déjame poner mi mente en blanco y pregúntame otra vez”.

—¿Cómo estás?

—Estoy bien.