Carta a la deriva
“She's moving down the seaside
'Cause that's where he comes from
He gave away all of her records
Is that where she belongs?
I sail, you sail
Do you remember how we used to live?”
Nos enfermábamos y faltábamos al trabajo el mismo día. Alguna vez alguno de los 45 empleados sospechó. Eso no nos detuvo.
Aquella primera cita en el cine, a la cual casi no acudes, culpa de un resfriado verdadero. Tú, preocupada por ser mayor. Yo, preocupado por cómo besarte y cómo eludir esos ojos verdes—bajo tus ojeras de estudiante. El beso en tus labios flácidos. No recuerdo dónde fue. ¿Dentro del cine, en el restaurante, en la estación o viajando de regreso? Llegaste a tu casa escondiéndote de tu padre.
La noche en la pizzería. Mientras nos traían el vino, abría tu blusa y besaba tus pechos blandos y tibios. Nada te asustaba, hasta que intenté introducir mi mano en tu apretado pantalón—sobre una fría banca de parque en una noche de Noviembre.
—¡Para, para! ¿Qué haces? O algo similar dijiste.
La penúltima cita, donde orgullosamente estreno una camisa y una colonia finísima. La cita donde te espero en la estación y apareces dos horas más tarde de lo acordado. Una cita para tres donde yo mantengo mi distancia y simplemente te sigo a ti y a él, sin que noten mi presencia. Aunque inicialmente no se toman de las manos, sé que es él. Entran a un estudio fotográfico, posiblemente en pos de una foto navideña. Espero en la acera opuesta. Los acompaño a una zapatería donde tu compra te produce una gran sonrisa. Veo a través del cristal, pero no logro descifrar de qué hablan. Fielmente espero afuera. Los sigo hasta que entran a un restaurante de comida china. Esta vez no puedo ver qué sucede adentro. Me canso de esperar, y me retiro con mis manos frías en las bolsas.
La última cita, donde me propondrías ser amigos. Comprenderías que una amistad no sería suficiente para mí. Sin saber por qué, regresarías con tu ex-novio, quien te maltrataba—según aseguraste. La cita donde me alejo caminando erráticamente entre los autos estacionados notando la suciedad de sus ruedas, del pavimento, y de la vida.
Elisa, sábete que perduran tus labios tan suaves, sin fuerza y tu par de dientes de coneja...
0 Comments:
Post a Comment
<< Home